Os dejo aquí los tres primeros monólogos de los que os hablé para la parte de Exposición Oral de los lunes y los viernes.
Recordad que vuestro trabajo consiste en:
- Entonar bien; hay que dar el tono adecuado de ironía, alegría, tristeza, etc. cuando sea necesario.
- Hablar pausada y claramente para que todos lo puedan seguir (¡incluso los que están al final de la clase!)
- Hacer pausas definidas. (Para que vayamos asimilando la información)
- ¡Y disfrutar!
En cuanto a la evaluación de la Exposición oral, esto es lo que valoraremos en ellas a lo largo del curso: (Marcaremos Bien o Mejorable en una plantilla que os daré)
- Volumen de voz
- Pronunciación
- Actitud corporal
- Entonación
- Atención del auditorio
- Orden en la exposición
- Originalidad
- Lenguaje utilizado (no usa muletillas, lenguaje adecuado y formal,etc.)
Pues aquí están los monólogos:
AMOR DE HERMANOS
Cuando
Jesús dijo que nos tratáramos como hermanos, ¿qué quería decir? “Quitaos las
patatas fritas unos a otros cuando mamá no mira” “Pegaos los unos a los otros,
hasta que mamá os separe”. ¿Es esto lo que quería Jesús? ¡Cómo se nota que
Jesús era hijo único!
Yo
también fui hijo único, hasta que nació mi hermano pequeño. Y entonces me di
cuenta de que entre mi madre y yo había un enchufao que sólo servía para
molestarme. Para empezar, dejé de ser el rey de la casa. Él se tiraba un pedo y
todos:
-
¡Ay! ¡Qué rico, se
ha tirado un pum!
Y,
sin embargo, yo hacía mi habitual exhibición con el taca-taca, que tantos
éxitos me había dado, y lo único que me decían era:
-
Niño, estate
quietecito, que vas a rayar el parqué.
Y
es que si eres el hermano mayor eres el mayor aunque tengas 5 años. Si lloraba
tu hermano pequeño, tu madre venía y te daba a ti.
-
¿Qué le has hecho
a Nicolás?
-
Tienes que tener
cuidado hombre, ¿no ves que es pequeño?
A
tus 5 años pensabas: ¿Y yo qué soy? ¿Sara Montiel?
Con
los hermanos te pasa una cosa curiosa. Te encanta meterles miedo. A la mínima
te haces unos dientes con una cáscara de naranja y te escondes en su armario. Y
cuando entra: “¡¡¡UUUAAEFHHH!!!” Sabes que es una putada, pero te encanta. Se
pone tan blanquito… Lo malo es que un día descubres su diario en el armario, lo
lees y pone: “Odio a mi hermano ¡Lo odio!” Y piensas: “Pero bueno, este tío es
un ingrato. Encima que lo hago para entretenerle…”
Bueno,
espero que algún día se le pase.
LAS MADRES
Todas las
madres del mundo hacen y dicen exactamente las mismas cosas. Yo creo que les
dan un cursillo secreto en el que aprenden esos comportamientos que llamamos
“cosas de madre”. Quién no ha escuchado alguna vez el clásico “Tú hazle caso a
tu madre, que tu madre sabe mucho de esto…” ¿De dónde creen que ha podido sacar
una madre una frase así? Pues del cursillo.
Lo primero que les enseñan en el curso es a repetir mucho las cosas. Por eso,
cuando eres bebé hablan contigo como un disco rayado:
- ¿Cómo estás? ¿Cómo estás? ¿Cómo estás?
Seguro que si el bebé pudiera hablar, les diría:
- Hasta el gorro, hasta el gorro, hasta el gorro…
En el cursillo
también les dan clase de lenguaje, y aprenden a incluir en todas sus frases el
“mi” y el “me”. Un ejemplo: “mi niño no me come”, “mi niño no me duerme”. Son tan
posesivas que en la agenda, ponen todos los teléfonos de sus hijos en la letra
M: “mi Paco”,”mi Alberto”,”mi Jose”.
En estos cursillos de madre les inculcan, sobre todo, tres principios: Que tome
calcio, que respete las dos horas de la digestión y que en invierno se tape la
boca. Aunque tengas noventa años y tu madre ciento veinte, al salir camino de
la UVI te gritará:
“Julián, ¡¡tápate la boca!!”.
Por supuesto,
el cursillo también incluye clases de estilo y moda. Una madre siempre sabe lo
que es moderno y se empeña en llevarte de compras y vestirte a la última.
- Uy, esta camisa es preciosa, hijo
- Pero ¿cómo que no? Si es lo que se lleva ahora.
- Lo que se lleva ¿dónde? ¿En el circo de Ángel Cristo?
Además, todas
las madres son videntes.
- Niño, que te vas a caer.
- Niño, no comas tan deprisa que te vas a atragantar
- Hijo, ten cuidado que ésa es un lagarta.
Pero aunque
todas las madres hacen siempre las mismas cosas, ninguna hace la sopa del
cocido como tu madre, ninguna te pela la naranja como tu madre, ninguna te tapa
la boca como tu madre, cuando hace frío. ¡Qué le vamos a hacer!
¿Han
observado que cada día lo pequeño está más de moda? Los móviles, los
ordenadores, las cámaras de vídeo.. ¡Cada vez son más pequeños! Y digo yo, ¿con
los bajitos qué pasa? ¿Por qué no estamos de moda? ¡A mí que no me toquen las
narices que la lío eh! Hay que rebelarse. Al fin y al cabo los bajitos somos
mayoría. Sólo contando a los chinos y a los japoneses somos mayoría. Y, sin embargo,
nos estamos dejando avasallar por los altos.
Pero esto
nos pasa desde siempre, los bajitos hemos estado acomplejados a lo largo de
toda la historia, incluso los más poderosos: Napoleón, Hitler, Maradona… ¡se
avergonzaban de ser pequeños! ¡Hay que superar de una vez este complejo! Porque
ser bajito también tiene sus ventajas. Para empezar, los bajitos tenemos que
buscarnos la vida. Cuando eres pequeño y bajito, todas las cosas interesantes
están altas; el chocolate, las galletas, las revistas ¡ejem!... ¿A que las
espinacas nunca estaban altas? Y claro, si querías algo tenías que pedirlo:
-
No,
cómete este hígado crudo y crecerás, como tu hermano Antonio.
Y tenías que
poner a funcionar tu inteligencia. Colocabas una banqueta, te comías el
chocolate, y cuando te echaban la bronca decías:
-
¡Ha
sido Antonio, que yo no llego!
Los bajitos,
cuando nos ponemos, conseguimos que otros hagan el trabajo por nosotros. Por
ejemplo, ¿quién nos sube las maletas al maletero en los aviones? Los altos.
¿Quién nos alcanza las latas de sardinas en el súper? Los altos. ¿Quién nos
sube a hombros en los conciertos para que veamos? Los altos. ¿Y quién tiene la
pasta? ¡Los bajitos! Fíjense en quiénes conducen un Mercedes: ¡nunca pasan del
metro sesenta!
Pues eso es
lo que venía yo a decir: ¡Que ya está bien! ¡Abajo los altos! ¡Arriba los
bajos!
Las
personas no podemos vivir sin usar muletillas... Yo creo que es porque el
cerebro es más lento que la lengua… O sea, que decimos algo así como “Voy a
ponerme a hablar… para ver si mientras se me ocurre algo que decir”.
La
primera muletilla que aprendemos es “mamá”. Y la utilizamos para todo:
“Mamaaaaá leche” “Mamaaaá pipi” “Mamaaaá caca”. Llega un momento en que el que
el niño ya sólo utiliza la coletilla… si te dice… “¡¡Mamá, mamá, mamá!!”… Eso
es que se está cagando. Pero si dice… “Mamaaaá” ¡Eso es que ya...!
Y
claro luego llegan al colegio y su muletilla principal es: “Que te cagas”. “Mi
padre me ha comprado una Play Station que te cagas” y también tienen otra que
es “pos mi padre”… “Pos mi padre me ha comprado la Play Station en la que salen
todos los Pokémon”. “¡Pos mi padre es Pokémon y te va dar una paliza que te
cagas!”.
Por
la muletilla que usan también se reconoce a los pijos… Por la muletilla y
porque parece que estén saliendo de la anestesia del dentista. La muletilla
favorita del pijo es “para nada... te lo juro”: “¿Has visto a Pepota?” “Para
nada”… “¿Te gusta el funky?” “Para nada”… “¿Vales para algo? “Para nada... te
lo juro”.
De
todos modos los reyes de la coletilla son los locutores de radio musical, que
claro, como hablan tan deprisa no les da tiempo a pensar... Estos con cuatro
coletillas y un reloj tienen el programa hecho: ¡Hey! Son las cuatro de la
tarde, las tres en Canarias ¡guau! y en treinta minutos, llegaremos a las
cuatro y media ¿No te parece increíble? ¡Hay que ver como pasa el tiempo!, ayer
era sábado y mañana ya es lunes, o sea que tenemos el próximo fin de semana a
la vuelta de la esquina… Y seguro que bailas música como ésta… Te dejo con ella
cuando son las cuatro y dos minutos de la tarde... Dentro de nada las cuatro y
cinco...”. ¿Qué les pasa? ¿Van drogados? ¡!
Aunque
los futbolistas tampoco se quedan cortos con las muletillas, y eso que estos no
hablan deprisa… “Sí, la verdad es que... sí” “No, la verdad es que… no”.
“Bueno, no sé, ¿no?” Y como los periodistas deportivos lo saben, se lo ponen
fácil: “Quique, el partido bien aunque habéis empezado el segundo tiempo un
poco más flojos y luego habéis remontado al final, parece que os quedan fuerzas
suficientes para el partido del próximo domingo que es donde tenéis que poner
toda la carne en el asador”. “Ahora que lo dices, sí, la verdad es que... sí”.
Con lo fácil que es despedirse a base de coletillas: “Hasta luego Lucas”
“En fin Serafín”
“Me piro vampiro” ... O simplemente, buenas noches.